COHIBIDO
Pablo Jorreto Díaz

Decía Le Corbusier que la vivienda era una “máquina de habitar”, que daba al hombre la POSIBILIDAD de unirse a ella dando lugar a un espacio habitable, cómodo y sencillo. Sin embargo, el espacio de mi palabra es un elemento distante, el hombre ha de adentrarse en él cada vez que quiera sacar partido a dicho lugar; exige una OBLIGACIÓN.
El espacio en solitario no tiene sentido pues las sensaciones son intrínsecas al ser humano. Caminando alrededor no hay sensaciones, es una escultura inerte y sin escala; pero esto se ve truncado al adentrarse en el espacio. Aparece una interacción entre el hombre y la máquina, la “máquina de sensaciones”.
El espacio te turba, te descompone, te frena, te reprime. Te cohíbe.
Para llevar a cabo dicho lugar, observé arquitecturas efímeras desequilibrantes, con elementos descolocados, planos oblicuos arbitrarios, y diferentes pasos a diferentes alturas (Peter Eisenman, Calatrava, Foster, etc).


3 caminos, cada cual más extraño se abren ante ti.¿cual elegir?, ¿el más llamativo?, ¿el más oculto?....da igual…todos te harán “comerte la cabeza”.
El menos llamativo es el más simple, un paso subterráneo con paredes y suelo inclinados te lleva directamente al exterior del elemento, pero, ¿y que ocurría arriba?
El paso intermedio, a cota del terreno te adentra en un bosque de pilares inclinados en los que nacen planos oblicuos flotantes sobre tu cabeza. La situación es inquieta. Si te adentras hasta el final, la calma reaparece, pero es un camino de ida y vuelta, sin salida; las sensaciones no tienen fin.

Con todo tu “mosqueo” decides retornar al comienzo para adentrarte en el paso subterráneo, donde la calma vuelve al cuerpo, por donde sales al exterior, lugar donde deja de existir la INTERACIÓN entre el lugar y el hombre; el espacio deja de cohibir, donde la maquina no funciona y donde los dos personajes de este teatro se separan.

¿Funciona?
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